YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO VISIGODO DE GUARRAZAR (GUADAMUR-TOLEDO) Y ERMITA VISIGODA DE SANTA MARÍA DE MELQUE
Día 11 de MARZO de 2017
Salimos como de costumbre de la calle Julio Camba para llegar al lugar del yacimiento: Guarrazar, en la provincia de Toledo. Se trata de un asentamiento visigodo, que alcanzó un gran valor en 1858, cuando se descubrió el famoso Tesoro. Al llegar nos esperaba el arqueólogo D. Juan Manuel Rojas, director de las excavaciones. Pasamos por un porche multiusos, (realizado por el propio arqueólogo con capital propio) donde nos explicó el recorrido y que íbamos a hacer y el estado actual de las excavaciones; también había un grupo de jóvenes arqueólogos que colaboraban con él en las distintas campañas.
Guarrazar, durante mucho tiempo, solo fue un prado municipal en el que existía un manantial donde se halló el conocido Tesoro. La zona tiene características medioambientales, que favorecen la existencia de distintas clases de animales; en la charca del manantial hay tritones, ranas, sapos, etc.
La zona tiene restos arqueológicos de sucesivas ocupaciones humanas; romanos, visigodos y andalusíes. En este lugar hay restos diversos de un Gran Edificio. En el año 2014, se procedió a limpiar sus estructuras visibles, correspondientes a los muros o cimientos de la edificación. Se aprecia que tiene planta rectangular con una anchura de unos 7 metros, y está construida con piedras irregulares trabadas con barro. En el extremo oeste, otras piedras señalan la zona del manantial; un muro en medio, de 50 cm. de espesor, que hace la función de tabique para la retención del agua. En el interior del recinto se encuentran restos de todo tipo de cerámicas, desde la época romana, visigoda y posteriores. La verdad es que solo sabemos que era rectangular y en él manaba agua.
La charca se utilizó en la Edad Media para regar las huertas de alrededor, estuvo cruzada por un camino, y un pequeño puente que permite el paso del agua desde la zona del manantial a la charca. Fue en este tramo, habitual para ir de Guadamur a Toledo, que atravesaron en el siglo XIX la familia Morales y descubrieron el Tesoro. Vieron brillar algo en el interior de un hueco entreabierto, lo taparon y volvieron por la noche y descubrieron una falsa sepultura encontrando varios objetos de oro (cruces y las coronas, con los colgantes de oro y piedras preciosas entre ellas zafiros). Las lavaron y se las llevaron; habían descubierto el magnífico Tesoro de Guarrazar.
Cabe imaginarse que en el siglo VII se levantara aquí un edificio de planta rectangular, contiguo a un cementerio con una capilla funeraria en un extremo donde estaba Crispín. Es también posible que, anteriormente existiera en este lugar un templo pagano dedicado a la realización de baños de purificación, y con la cristianización se convertiría en un lugar espiritual, ofrecido a la Virgen María (como en el santuario de Santa Eulalia de la Bóveda en Lugo, y en el que se venera a la Virgen como “Fuente de Vida”). Es así como el manantial se convierte en protagonista y origen de la situación de Santuario, con el cementerio al lado. Según A. de los Ríos un bancal detendría el agua que discurría desde el manantial hacia la charca donde se encontró el Tesoro, y donde los descubridores pudieron lavar las joyas.
El 8 de Octubre de 2014 sucedió algo sorprendente: Al finalizar una visita del Director General de Castilla la Mancha y la Alcaldesa del lugar (Dª Sagrario Gutiérrez), que realizaban con el fin de comprobar la marcha de las excavaciones (se habían concedido para ellas una ayuda de 12.000 euros), se quedó la alcaldesa un rato más, en la charca, y, rebuscando entre los materiales, halló piezas cerámicas y cristales; uno de ellos se la cayó de las manos, lo encontró entre el fango y, por su especial apariencia, era un zafiro, fue enviado al Instituto Gemológico Español para ser analizado, resultó ser un zafiro igual a los otros que adornaban las joyas encontradas en el Tesoro, todos ellos procedentes de Sri Lanka (antes Ceilán).
En otra parte de este lugar, se han descubierto unas basas de columnas que denuncian, posiblemente, la antigua existencias de una basílica de planta rectangular y grandes dimensiones, con tres naves; la central es el doble de ancha de las laterales, que estarían separadas por arquerías soportadas por columnas de mármol. Las dos basas que pudimos ver son diferentes: una circular y la otra octogonal (quizás de material de arrastre). El lugar tiene relleno de de tierras grises con fragmentos de vasijas. En otra parte destaca una pieza de unos 70 centímetros, decorada con motivos vegetales en el que alternan hojas y frutos, podía ser un friso de la iglesia. También se han encontrado dos espacios muy amplios a modo de bañeras, tal vez utilizadas para usos de purificación. Algo más adelante se están poniendo al descubierto otras estructuras que quizás corresponden a un monasterio, porque en la parte de la cabecera aparecen unos espacios a modo de celdas.
Para promocionar y facilitar la visita a todo este conjunto arqueológico, Don J. M. ha gestionado y costeado la ingente obra de parcelar áreas diferenciadas (según los materiales encontrados), sendas y rampas de acceso, instalaciones eléctricas, el porche multiusos, los aseos, la caseta de recepción etc. Todo ello fue posible gracias a que se pensó en una explotación basada en el patrocinio público de Guadamur.
Pasamos posteriormente al centro de recepción para poder contribuir al mantenimiento de las excavaciones con la compra de algunos productos del lugar: aceite, queso, camisetas, y objetos de recuerdo, etc.
Terminada la visita, después de comer, nos dirigimos a la iglesia de Santa María de Melque.
Santa María de Melque se encuentra situada en la provincia de Toledo, a 30 kilómetros de La Puebla de Montalbán y Gálvez. Fue un edificio Declarado Monumento Nacional en 1931.
Esta iglesia es una parte del Monasterio visigodo, construido entre los siglos VII-VIII utilizando grandes sillares procedentes quizás de una villa romana que hubiera en el lugar o próxima a él, ya que se han encontrado en el sustrato restos de cerámica y terra sigillata. Ante el avance de los árabes, sobre el siglo IX, el monasterio fue abandonado. Los árabes lo utilizaron como fortaleza. En el siglo X se construyó una torre sobre el cimborrio de la iglesia. Es posible que esta torre se realizara a la vez que el castillo de San Martín de Montalbán. Con la conquista de Alfonso VI, en 1085, el templo recuperó su función religiosa sin perder la militar. Alfonso VIII lo donó a la Orden del Temple. Cuando se suprimió fueron cedidos a los nobles la iglesia, el Monasterio con sus dependencias y pequeño poblado que se había creado alrededor. En 1148 aparece mencionado este conjunto conventual en la Bula del Papa Eugenio III, que lo sitúa en los límites de la diócesis de Toledo. Con Mendizábal sufre la desamortización y nuevamente es abandonado. La iglesia se restaura en 1968, y es D. Manuel Gómez Moreno quien más contribuyó a la divulgación de su valor arqueológico.
La iglesia es cruciforme no basilical, de clara influencia bizantina, con dos naves; en el extremo oriental se construyó un ábside un poco más bajo con planta rectangular. Los cuatro brazos de la cruz de la iglesia están cubiertos con bóveda de cañón; arcos de herradura apoyados en gruesas columnas. En el exterior, la iglesia tiene forma redondeada. En la zona sur hay un gran arcosolio, que supuestamente sería donde estaba el fundador del cenobio. Hay que pensar que habría un iconostasis, porque se notan los arranques. Posteriormente se construyó un espacio funerario donde se colocaban los monjes fallecidos (por la cantidad de osamenta allí encontrada). Las ventanas son abocinadas y de arco de herradura.
El Centro de Interpretación, situado en un edificio independiente, se muestran paneles informativos del mundo visigodo, y el proceso de restauración y limpieza de la Iglesia, con interesantes fotografías ilustrativas.
Después de dar una vuelta por el lugar y contemplar vestigios de lo que pudieran ser señales del convento, sus celdas, dependencias u otras aplicaciones, iniciamos el regreso a Madrid.