VIAJE ETNOARQUEOLÓGICO POR ORGAZ Y MORA (TOLEDO)
1 de junio de 2013
Una pequeña excursión entre olivares por Mora y Orgaz. En el viaje-conferencia, nuestra compañera Milagrosa nos habla del origen del olivo, su llegada a la Península Ibérica por mediación de los fenicios, el perfeccionamiento de las técnicas agrarias en época romana, con tratados como el del gaditano Columela y de las técnicas de extracción, así como de sus beneficios para la salud. A continuación María Sanz nos relata sus vicisitudes y anécdotas ocurridas hace algunos años atrás cuando la llamaron para montar el Museo del Aceite de Mora, a partir de una colección de objetos sucios, oxidados, llenos de polvo, telarañas y algún que otro animalillo de cuatro patas. María nos cuenta el proceso de restauración de las piezas y su orden expositivo en el museo.
Al entrar en la provincia de Toledo por Illescas, vemos las primeras extensiones de olivares y espectaculares campos de amapolas. Descendemos hacia el valle del Tajo, donde nos encontramos la hermosa vista de la ciudad de Toledo. Hacia el este de la ciudad tomamos la carretera que asciende hasta la meseta toledana; tierra de olivares y castillos medievales, como el de Almonacid, que vemos sobre un cerro a nuestra izquierda. Otras torres y castillos los distinguiremos en el horizonte, como el castillo de Mora, en lo alto de un promontorio rocoso.
Estas tierras del sur del Tajo, fueron disputadas por musulmanes y cristianos, hasta que estos últimos se adueñaron del territorio tras la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212.
Nuestra primera parada es en Orgaz, la villa de Gonzalo Ruiz de Toledo, cuyo entierro reflejó el Greco en el famoso cuadro. Nos espera Fernando, un joven licenciado en Historia que será nuestro guía en Orgaz y Arisgotas.
El castillo es nuestra primera visita. Construido en el s. XIV, junto al camino de Toledo a Sevilla. Tiene altos muros, torre del homenaje y gran torreón semicircular. En época de Carlos V fue incendiado por ser refugio de los comuneros de Padilla.
En los años 60 del pasado siglo compró el castillo Estanislao Llopis, quien reconstruyó el interior a la manera de un palacio renacentista. Entramos en los salones de este palacio y en la torre del Homenaje, desde la que se accede al camino de ronda con magníficas vistas del entorno de Orgaz. El castillo pasó a manos de la Villa por donación de la hija de Estanislao, Gemma Llopis.
Recorremos el casco urbano, que tiene una arquitectura rural bien conservada. La Plaza Mayor tiene algunos soportales, está rodeada de algunos edificios notables como la parroquia de Santo Tomás Apóstol, s. XVIII, obra de Alberto Churriguera. En un ángulo de la plaza se halla el Hospital de San Lorenzo, también del XVIII.
Rodeamos el pueblo para acercarnos al arroyo Riansares, que casi nunca lleva agua, pero una vez que el rey Carlos III quiso cruzarlo, no pudo por ir muy crecido, lo cual le impidió ir a cazar a los cercanos Montes de Toledo. Para que esto no volviera a ocurrir mandó que se construyera el Puente de los Cinco Ojos, ante el que estamos nosotros ahora.
Otros edificios de interés en Orgaz son: La Ermita de la Concepción, el Pósito, s. XVII y la casa del siglo XVII que perteneció a la familia de Calderón de la Barca.
Nuestro siguiente destino será Arisgotas, pequeña población en la que se puede ver un buen número de restos visigodos, con decoración geométrica o vegetal. Dichos restos forman parte de la fachada de la iglesia, de las casas del pueblo o se muestran en un pequeño Museo de Arte Visigodo.
En el museo hay varias vitrinas con frisos, impostas, columnillas y placas de mármol decoradas. Fernando nos explica el origen de las piezas, de la propia población de Arisgotas y de sus alrededores (iglesia visigoda de San Pedro de la Mata y del yacimiento de Los Hitos. No lejos de aquí se encuentra Santa María de Melque y Guadamur, donde se encontró el famoso tesoro de Guarrazar.
Hacia las dos de la tarde nos dirigimos a Mora para comer. Seguidamente nos acercamos al Museo del Aceite de Mora donde nos espera su director, Romualdo León, para acompañarnos en la visita; nos hablará sobre el aceite y sobre las piezas expuestas. Los objetos, maquinaria antigua y moderna se ordenan según las diferentes tareas, desde la recolección de la aceituna hasta la obtención del aceite de oliva virgen extra, zumo de aceituna obtenido exclusivamente por procedimientos físicos.
En el apartado de instrumentos para la recolección de la aceituna vemos: varas, costales, lonas, espuertas y zarandos. A continuación hay un gran molino circular de piedra, cuyas grandes ruedas eran movidas por caballerías. La siguiente pieza, la más espectacular del museo, es una gran prensa de viga, de 1830, que era utilizada para prensar la pasta obtenida en el molino, dispuesta en una gran pila de capachos. Las grandes tinajas se utilizaban para decantar el aceite obtenido en la prensa.
En tiempos más recientes, la maquinaria se fue automatizando, utilizando primero motores de gasoil y en los años 70 del pasado siglo se introdujo el “sistema de extracción continuo”; una misma máquina eléctrica desarrolla todos los procesos automáticamente, desde la molienda de la aceituna hasta la obtención del aceite de oliva virgen extra por centrifugación.
Romualdo nos habla de las distintas variedades de aceituna: picual, arbequina, hojiblanca, cornicabra, etc. Esta última es la variedad que se cultiva en Mora y predominantemente en Castilla La Mancha. El mejor aceite –nos dice el guía- es aquel que se adapta mejor a cada plato. Unos serán más aptos para repostería (dulces), otros para ensaladas o guisos (picantes, amargos, etc.).
En la siguiente sala se muestran recipientes metálicos para el transporte y almacenamiento del aceite: zafras, cántaros, alcuzas, aceiteras, así como pellejos.
El museo tiene otras colecciones de objetos relacionados con el mundo agrícola tradicional y actividades artesanales: elaboración de quesos, pan, repostería y herramientas de diversos oficios: herreros, guarnicioneros, etc.
Interesante es la recreación de una casa rural y su despensa. Curiosa es la colección de candiles romanos, que podría constituir un museo monográfico.
Disfrutamos del museo durante más de dos horas y al terminar la visita nos regalaron dos libros sobre el aceite y el olivo, uno de ellos ilustrado por el dibujante y pintor Antonio Hernández Palacios. Al pie de una de las páginas en la que aparece un olivo se puede leer: “Afortunada combinación de cualidades, alimento, condimento, y medicamento…”, buen resumen tras la visita al Museo del Aceite de Mora.
Pasadas las siete de la tarde regresamos a Madrid.