BARCHÍN DEL HOYO Y ALARCÓN (CUENCA)
Día 29 de ABRIL de 2017
Salimos del sitio acostumbrado a las 8,30 de la mañana y amaneció lloviendo. Así seguimos todo el camino hasta Barchín del Hoyo, provincia de Cuenca, donde nos esperaba el arqueólogo municipal don Antonio Madrigal Belinchón, que el martes anterior nos había dado una detallada conferencia sobre el Yacimiento Ibérico “Fuente de la Mota”, que se encuentra en esa localidad. Antes de salir hacia el yacimiento vimos un estupendo vídeo en una sala del Ayuntamiento adaptada como Centro de Recepción de Visitantes.
El autobús nos llevó hasta el pie del yacimiento, pero como ya nos había advertido el arqueólogo, hay que subir andando pues está en lo alto de un cerro. La subida es cómoda y sobre todo está muy bien acondicionada, pero claro, no para un día de lluvia torrencial y aire, por lo que resultaba difícil sujetar el paraguas y hacer fotografías.
Al arqueólogo no parecían importarle las inclemencias del tiempo y nos explicó con todo lujo de detalles el yacimiento que ya se conocía desde el siglo XVII, por una leyenda muy curiosa: Se dice que un soldado tuvo un sueño en el que en ese lugar había un tesoro, desplazándose hasta allí, cavó en la tierra y realmente lo encontró: una olla con monedas de Julio César, un brasero de hierro bañado de plata, una barra pequeña de oro… alcanzando tal popularidad el hallazgo que llegó a oídos de las autoridades. “El que descubrió el tesoro llámase Juan de Beleña natural del Campillo de Altobuey, soldado de Lérida, donde lo soñó tantos días, viniendo con licencia solo á posta á buscarle… Han traido un freno de oro de un caballo al Rey, que tiene en las veneras las armas del Emperador Octaviano, que es de brida… En el tesoro de Barchin del Hoyo suceden prodigios. S. M. ha librado ya dos mil ducados en Huete para los que van trabajando,…” (Cuenca: la historia en sus monedas. Escrito por Enrique Gozalbes Cravioto, Juan Antonio Hernández Rubio, José Antonio Almonacid Clavería).
En el yacimiento se han documentado restos de fines de la Edad del Bronce, del Hierro y de la Edad Antigua. Durante las sucesivas campañas de trabajos arqueológicos se han sacado a la luz los restos de una importante ciudadela ibérica fortificada (oppidum). La superficie amurallada tiene una extensión aproximada de una hectárea y está urbanizada con calles y plazuelas, además de estructuras de habitaciones, zonas de transformación y de almacenaje, y según un primer cálculo podrán haber vivido en el sitio unas 250 personas. Entre los objetos hallados destaca un grafito en lengua ibérica escrito en el borde de un plato y una aguja de hueso rematada por la figura de un lobo sentado, además de restos de cerámica, vasos griegos e imitaciones de los mismos. Más tardía, ya al periodo romano, pertenece la «defixio» o «maldición» escrita en griego y latín en un disco de plomo, pieza que fue hallada en el interior del poblado amurallado
Recorriendo el yacimiento (que de haber sido un día sin lluvia hubiéramos disfrutado mucho, por lo interesante, bien cuidado y limpio de hierbas que está y por las espléndidas vistas que desde el mismo se dominan). “Son impresionantes en este antiguo poblado íbero las defensas, con un foso doble tallado en la roca y una monumental muralla flanqueada por una gran torre y un pequeño torreón en sus extremos» nos explica el arqueólogo. Igualmente se ven en las calles las rodadas de los carros. Este yacimiento fue declarado BIC en 1981.
Después de la visita y acompañados por el arquitecto nos fuimos a Barchín del Hoyo donde Manolo nos tenía prevista una opípara comida. Pero seguía lloviendo. Después de comer nos llevó a visitar La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, edificada entre los siglos XVI y XVII, fue declarada en 1992 B.I.C. En su primera fase destaca el estilo gótico final. En el interior cabe destacar la cubierta de la nave central, de artesonado mudéjar muy bien conservado ya que estuvo cubierto casi durante dos siglos y del que hoy podemos volver a disfrutar. Son de destacar los retablos barrocos, principalmente el retablo mayor, cuya puerta del sagrario muestra la iconografía de un pelícano, iconografía que hace referencia a Cristo siguiendo los textos de Sto. Tomás de Aquino.
Pasamos por el Palacio de los Melgarejo, del siglo XVI pero reedificado en el XVII. Este edificio con planta en U posee una hermosa fachada de sillería con cinco balcones en la planta alta y dos ventanas con rejería en la baja. Su portada adintelada está coronada por el escudo de armas de la familia.
De nuevo en el autobús nos fuimos a Alarcón, donde nos esperaba el guía de la localidad. Nos explicó algunas curiosidades del pueblo, pero como seguía lloviendo y andábamos mal de tiempo nos enseñó la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XVII, desacralizada, y pintada en su totalidad por el joven Jesús Mateo (n. 1971). Empezó esta gran obra en 1994, tardando unos 7 años en pintar los 1.500 metros cuadrados, dando nuevo contenido y nueva vida como Centro de Arte Contemporáneo. En 1997 la UNESCO la otorgó el patrocinio oficial declarándola de INTERÉS ARTÍSTICO MUNDIAL.
«La Naturaleza y el Hombre como pretextos para configurar un universo personal y comprometido. La caverna iluminada, la bóveda celeste, la angustia, la ansiedad, la finitud, la propia vida vivida, son elementos que Jesús Mateo desarrolla en su mural».
Como debíamos de regresar a Madrid a la hora prevista, no pudimos ver el castillo ni el resto de iglesias interesantes que esta pequeña localidad tiene.