Viaje a Cabra y Almedinilla (Córdoba)
Días 21-22 de Noviembre de 2015
Salimos de Madrid por la Autovía de Andalucía, a mitad de camino paramos en la Puerta de Andalucía para tomar fuerzas y llegar a nuestro destino. Cuando llegamos a Cabra era la hora de la comida, después de ella salimos hacia el Museo Arqueológico, con el arqueólogo D. Antonio Moreno.
El museo Municipal de Cabra M.A.C. fue creado en el año 1973 por el Ayuntamiento e inaugurado en 1992. Es un edificio con un patio central en mármol rojo. Su recorrido ocupa todos los periodos, desde la Prehistoria hasta la Edad Moderna. El museo es pequeño pero una joyita. Tiene unas piezas increíbles, entre ellas una sala con ánforas de tipo oriental, aunque les falta un poco de luz. Otra sala estupenda, es una recreación de un mitreo, ya que en la zona apareció una escultura de Mitra y aunque la que apareció está en el Museo Provincial de Córdoba y aquí hay una buena copia.
Cabra está asentada en la villa de Licabrum donde habían estado asentados los Turdetanos y Béticos. Tito Livio considera Licabrum una oppidum opulenta y bien fortificada, más tarde los romanos la llamaron Igabrum. Esta población se desarrolló notablemente y fue nombrado Magnum Municipium, fue una ciudad muy importante de la Bética y se le denomina” Igabrum Municipium Flavium”.
En el siglo I se adhiere al convento astigitano es decir Conventus Iuridicus XIV Astigitanus, uno de los cuatro de la Bética. Se dice que en este lugar había un templo dedicado a la diosa Fortuna y hoy es la Iglesia de San Juan Bautista del Cerro, también había otro templo dedicado al dios Apolo. El lugar tuvo un acueducto de cinco millas construido por un descendiente de la familia Balbo. En los siglos III y IV recibe al cristianismo. En época visigoda pasó a ser de la diócesis de Egabrum, en época árabe será Medinat Qabra, hasta ser conquistada por Fernando III el Santo, que recibe el nombre de Cabra, en el siglo XIII pasa a ser de la Orden de Calatrava, en el siglo XV el rey Juan II da a D. Diego Fernández de Córdoba el título de Sr. De Cabra y después de Conde de Cabra. En el castillo será encerrado su primo el “Gran Capitán” y él será rescatado por los Reyes Católicos posteriormente. En el siglo XIX, en la Guerra de la Independencia tuvo un destacado protagonismo, posteriormente tuvo un auge económico para decaer en la segunda mitad del siglo XX.
Después de ver el MAC, fuimos hacia el IES Aguilar y Eslava, llovía y esperamos en el exterior a que nos abrieran. Este lugar fue fundado por Luis Aguilar y Eslava que donó sus bienes para la fundación del Colegio de la Purísima Concepción, que posteriormente fue el centro educativo más importante de Andalucía y a él llegaban los jóvenes a estudiar, entre ellos varios ministros de distintas épocas, en él también estudió Juan Varela (escritor).
En el edificio hay un aula que se encuentra como en el siglo pasado aunque restaurada, con buenas maderas. Hay un buen laboratorio y museo de ciencias naturales con gran cantidad de animales disecados, en armarios de madera del siglo XIX.
Lo novedoso es en la planta baja, hay un Museo de la Pasión. En él hay un seguimiento de la Pasión de Cristo. Después de un recorrido, hay una sala de autopsias, con un esqueleto, en el que están marcados los puntos de lesiones que sufrió Cristo. En una vitrina un casco que llevaría en la cabeza, por las lesiones que había en el cráneo y no una corona como estamos acostumbrados a ver .Todo ello con referencias a los paralelos con la Sábana Santa y para terminar el recorrido, un sepulcro de corcho blanco en gris, que da la idea como eran los lugares de enterramiento en Israel en el siglo I y que debió ser un lugar parecido a donde depositaron a Jesús.
Cuando salimos llovía fuertemente y además había un partido de fútbol, por lo que el lugar estaba casi desierto. Entramos para ver la Iglesia de la Asunción de Ntra. Sra. de los Ángeles, declarado Monumento de Bien Cultural, tiene una “Sra. De la Soledad y la quinta Angustia”, probablemente de Pedro Mena, también hay una serie de tallas de gran valor artístico y que salen en los pasos de Semana Santa. Volvimos al hotel.
A la mañana siguiente fuimos a Almedinilla, allí nos esperaba Nacho, arqueólogo, que nos acompañó durante toda la mañana, nos acercó al yacimiento del poblado ibérico “Cerro de la Cruz” situado en una elevación y por debajo lugar discurre el río Caicena, entre olivos aunque no tantos como ahora ya que era lugar de pastos.
Este lugar le situamos entre los siglos III-II antes de Cristo, es un centro estratégico en Andalucía. Es un territorio de unos cincuenta mil metros cuadrados, no tiene muralla o estructura defensiva y es distinto a los oppidum de esta cultura. Este asentamiento duró poco, aunque cuando se realizó debió ser por alguien con decisión, sobre terrenos poco explotados y buenos para el pastoreo. El poblado está estructurado con calles que forman manzana y en ellas casas, patios plazas, etc. Las casas tienen muros levantados en adobe con zócalo de piedra, techumbres de cañizos mezclados con barro y el suelo de tierra se apisona. Algunas viviendas cuentan con un piso superior, que se aprecian por los mechinales, y un sótano. En las zonas que necesiten luminosidad se enlucen las estancias.
En el asentamiento de estas viviendas se utilizó uno de los lados de la ladera en forma de terrazas, de ahí que no todas las casas tengan el mismo nivel.
En el poblado hay gran cantidad de aljibes, los cuales se alimentarían de manantiales y de aguas de lluvia, canalizada por tuberías de cerámica. En las casas se han encontrado molinos de mano, ánforas en gran cantidad, (en una sola casa, cuarenta y cuatro).
Este oppidum fue destruido por un pueblo fuerte, no de forma casual sino provocado y a los pobladores no les dio tiempo a recoger nada, para huir.
Los restos humanos encontrados confirman la violencia por arma blanca y otros fueron quemados en sus viviendas. Se puede pensar que la destrucción total del poblado íbero, fuera de autoría romana, ya que no utilizaron el pillaje.
Después de dar una vuelta por el lugar nos fuimos a la villa romana de “El Ruedo”.
Entramos en el lugar y lo primero que vimos, fue un horno para metales o cerámica, está en perfecta conservación.
Es una villa de corte helenístico, data entre la primera mitad del siglo I y llega hasta el siglo V con cuatro fases constructivas: en la primera fase se realiza un patio de escasa calidad.
En la segunda fase se realiza el peristilo con galería apoyada sobre columnas. En la tercera fase se realizan reformas de lo anterior y en la cuarta se hacen las piletas, canalizaciones, el horno de pan y el hogar.
La villa gira en torno al peristilo y alrededor de este giran las habitaciones. El peristilo en una primera fase se sitúa sobre ocho columnas, de piedra caliza, con suelos son de mosaico. Tiene una fuente central, al norte del peristilo hay una habitación con paredes cubiertas de mármol y el suelo en mosaico polícromo. Después se fue al Ninfeo que se construye de forma semicircular formado por un depósito agua al norte y una rampa al sur todo ello revestido de mármol blanco y los muros laterales decorados con pinturas. Asociado al Ninfeo se construye una habitación semicircular de ladrillos recubiertos de “opus signium”. También hay un hipocastum y praefurnium lo que hace suponer en unas termas.
Exteriormente en la zona occidental hay una rampa que da a la calle. La mitad de la villa tiene una serie de piletas y canalizaciones hidráulicas de carácter industrial.
En la villa hay diez y siete mosaicos con temas geométricos, también en el lugar se encontraron esculturas entre ellos Andrómeda y Perseo del siglo I, un bronce con Hypnos del siglo II y un Attis, también hay monedas.
La villa en realidad tiene dos zonas: la residencial y la rústica, que alberga las viviendas del servicio y a continuación los lagares de piensos. Salimos del lugar hacia el restaurante.
El museo nos fue imposible verlo ya que el tiempo nos apremiaba, comimos y volvimos a Madrid.