Este viaje por el Bajo Aragón, es el segundo que hace la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, desde que en 2012 realizamos el primero, en el que nos guió Juan Morán Cabré, compañero de la Asociación y muy vinculado con la zona que visitamos. En este viaje también nos acompaña.
Este viaje al Bajo Aragón ha sido un empeño personal de nuestra vicepresidenta María Sanz, que tras varios intentos fracasados ha logrado su realización, gracias a las relaciones que tiene con las arqueólogas, sobre todo del Museo de Alcañiz y también con la colaboración de la Agencia Pausanias.
Viernes 15 de noviembre. Salimos de Madrid a las 8 horas, en un día muy frio, 5º C cuando salimos de la capital. En esta ocasión accedimos a nuestro destino, en la provincia de Teruel, no por Molina de Aragón como en 2012, sino por la provincia de Zaragoza, desde la Almunia de Doña Godina, donde tomamos la carretera hacia Cariñena, donde sus campos de vides tienen un color otoñal. Pasamos por Belchite, viendo desde el autobús las ruinas del pueblo antiguo destruido durante la Guerra Civil. Continuamos hasta Alcañiz, en la provincia de Teruel y capital del Bajo Aragón. Nos alojamos en el hotel Epsilon, situado en la Plaza de Santo Domingo, en la orilla izquierda del río Guadalope y frente al parque donde se halla la famosa Fuente de los Setenta y Dos Caños.
Después de comer en el hotel comenzamos (en nuestro pequeño autobús pues solo somos 14 los excursionistas) las visitas arqueológicas. Nos dirigimos hacia el Bajo Martín, una de las comarcas del Bajo Aragón. Nos acompaña Montse, la guía de Alcañiz que nos acompañará durante todo el viaje. Gracias a ella visitamos todos los sitios programados y algunos más. Montse nos hace una introducción histórica del Bajo Aragón.
Al dejar Alcañiz, en dirección a Hijar, vemos una laguna artificial que se llama La Estanca, lugar de ocio para los habitantes de Alcañiz y observatorio de aves.
Nos desviamos hacia el Gaén, en cuyos alrededores visitamos la villa romana de La Loma del Regadío. De la villa sólo se conserva un ala del gran peristilo, cuyo mosaico se encuentra en el Museo de Teruel. El resto de la pars urbana ha desaparecido por las tareas agrícolas. Lo que hace excepcional este yacimiento arqueológico es la pars rustica o área de procesado agrícola, relacionada con la vid y el olivo. La magnitud de estas instalaciones era impresionante, con cinco grandes prensas de vino, cuyos soportes y basamentos se conservan. Junto a las prensas hay dos grandes depósitos, uno de ellos con capacidad para 17.000 litros.
El origen de la villa se puede datar en el siglo I a.C. pero la villa tuvo una pervivencia entre finales del III e inicios del IV de nuestra era. Los restos arqueológicos se hallan protegidos bajo una cubierta.
Nuestra próxima visita es al Cabezo de Alcalá, en cuyas cercanías visitamos, al atardecer, el yacimiento de Azaila. La tarde es fría y sopla el Cierzo, lo que nos obliga a abrigarnos con toda la ropa que llevamos: bufandas, gorros y guantes. Recorremos el yacimiento durante una hora. Nos guía Eva, arqueóloga, que también es responsable del Centro de Interpretación de Azaila que luego visitaremos.
Comenzamos la visita en la necrópolis, que se cubrió al hacer la rampa de asedio durante las Guerras Sertorianas, 80-76 a.C., que destruyeron la ciudad ibérica aliada de Sertorio.
Cruzamos el puente que salva el foso defensivo, en el lado oriental, el más vulnerable, pues el resto es un cerro escarpado. Entramos por la puerta sureste, junto a la que hay una gran cisterna y el basamento de una posible torre. Accedemos por una calle empedrada con aceras en la que aún se notan los rodados de los carros. La calle termina en lo que fue un templo romano de época republicana, donde se encontró un grupo escultórico de bronce cuyos restos se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional (M.A.N.). Paseamos por las calles principales y nos asomamos a las casas de tradición ibérica, alargadas y estrechas y a las de tipo romano con patio central. También visitamos los restos de una panadería, donde hay un gran molino de piedra. En el extremo norte están los restos de lo que se ha considerado como una fortaleza romana. Salimos del recinto por la puerta noreste y por una empinada calle descendemos hasta las termas. El origen de Azaila se remonta al Bronce Final y la primera Edad del Hierro, hacía el siglo VIII a.C., sobre lo que a partir del siglo III a.C. se construyó la ciudad ibérica y la ciudad que vemos actualmente, con influencias ya romanas, construidas sobre lo anterior.
A las 6 de la tarde ya ha anochecido y nos dirigimos al Centro de Visitantes, este de Azaila dedicado a “las influencias itálicas en el mundo ibérico”. Se exponen maquetas, reproducciones de las piezas más importantes halladas en Azaila, que actualmente se hallan en el M.A.N., en el Museo de Teruel y en el de Zaragoza. La historia de las excavaciones se explica en grandes paneles, donde se muestran fotografías de las mismas.
A las 7 de la tarde, noche cerrada, salimos hacia Alcañiz, donde visitamos el CIBA (Centro Ibérico del Bajo Aragón), donde nos espera José Antonio Benavente, Director del Taller de Arqueología de Alcañiz, que amablemente nos recibe después del horario de cierre del Museo. Nos explica lo que es el CIBA, las piezas arqueológicas y nos permite visitar los almacenes y zonas de restauración.
El CIBA se ubica en la planta baja del Molino Mayor Harinero, en la orilla derecha del río Guadalope. Las piezas expuestas van del siglo VII a.C. al II d.C. Destacan las esculturas pétreas de caballos, las estelas ibéricas y romanas y una amplia representación de cerámicas y otros útiles de éstas épocas. Con esta visita terminamos la primera de las Rutas de los Iberos por el Bajo Aragón.
Sábado 16 de noviembre de 2019. A las 9 horas nos dirigimos al Castillo de Alcañiz, situado sobre un cerro al Sur del casco histórico de Alcañiz. Actualmente es Parador de Turismo. En la fachada sur, en un mirador, Montse nos da algunas explicaciones. Es un buen lugar para comprender la geografía del Bajo Aragón y la vega del río Guadalope, formada por huertos, olivares, almendros y algo de vid. Frente a nosotros, a unos 4 Kms. en dirección sureste se halla el Cerro del Palao, llamado Alcañiz el Viejo, donde se han encontrado restos ibéricos. Se cree que fue la ciudad ibérica de USEKERTE que acuñó moneda bilingüe.
El Castillo de Alcañiz se remonta a 1119, cuando los cristianos tomaron el lugar para luchar contra los musulmanes. En 1179 el Rey de Aragón dono el casillo a la Orden de Calatrava. Visitamos la Torre del Homenaje y la antigua capilla y su atrio, obras de los siglos XIII y XIV. Hay que destacar las pinturas murales góticas, de carácter religioso para el atrio de la capilla y escenas militares en la Torre del Homenaje.
Salimos de Alcañiz con dirección a Andorra para retomar la ruta de los Íberos por el Bajo Aragón. A las 11 horas llegamos a la recreación del yacimiento de El Cabo, excavado en 1990 y afectado por las explotaciones mineras de la zona a cielo abierto. Algunos elementos arqueológicos recuperados fueron trasladados al reconstruido poblado que visitamos esta fría mañana. Hacemos una visita teatralizada. Nos reciben las gentes íberas del poblado. Durante dos horas nos enseñaron cómo hacían las casas con adobes. Visitamos una fragua como las de hace 2.500 años y un altar fuera del poblado. Dentro del poblado recorremos su calle principal, donde nos recibe una dama ibérica, la sacerdotisa. Entramos en algunas casas, en una de ellas están moliendo grano, en otra están hilando, en una tercera se dedican a la cestería y en la última que visitamos se dedican al curtido de pieles. Mientras las gentes del poblado están atareadas con sus actividades cotidianas, hombres armados vigilan desde las murallas.
El poblado se sitúa en una pequeña elevación, rodeado de murallas, con torreones en los extremos. Hay una única calle central, a la que se abren las puertas de las casas. Durante nuestra visita asistimos al enterramiento de la hija del jefe del poblado. Nos trasladamos a la necrópolis donde se monta la pira funeraria, donde se quema el cadáver y posterior recogida de sus restos en una urna cerámica y su deposición en una tumba. También asistimos a las oraciones fúnebres de la sacerdotisa y a los juegos funerarios: un combate a falcata entre dos jóvenes del poblado. Hay que resaltar como los habitantes de Andorra, hombres, mujeres y niños dan vida a estos iberos y la naturalidad con la que representan sus personajes. Hasta nos han saludado en su lengua ibérica “ULÉ” (= hola).
Nos dirigimos hacia Alloza donde visitamos el Centro de Visitantes que está dedicado a la cerámica ibérica, donde hay reproducciones de cerámicas halladas por el cercano yacimiento de El Castillo, como un kalathos con escenas de caza, cuyo original está en el Museo de Teruel.
En Alloza tomamos un menú ibérico en La Ojinegra: No hay cubiertos, solo una cucharita de madera y las manos. De entrante: raíces de otoño al romero del Castelillo; de Primer plato puchero de lentejas con ortigas de los Barrancos; de Segundo plato ternasco fácil al hinojo; para Postre queso fresco de cabra de Majalinos con nueces y miel del Cerro de Oliete. Infusión de té de roca.
Hacia las 5 de la tarde salimos con dirección a Alcorisa donde hacemos la última visita de hoy, al Centro de Visitantes de Alcorisa, situado en la Iglesia de San Sebastián. La exposición está dedicada a la “Cerámica ibérica: alfares y hornos”. Como en Alloza hay magnificas reproducciones y explicaciones sobre la evolución de la cerámica ibérica del Bajo Aragón. En una de las salas se ha recreado a tamaño natural, un horno ibérico, con piezas en su interior preparadas para su cocción.
Domingo, 17 de noviembre de 2019. Hoy realizamos la ruta oriental de los Íberos del Bajo Aragón. El paisaje por el que transitamos es el más hermoso de los que hemos disfrutado en nuestro viaje. Montse nos dice que a esta comarca se la llama La Toscana del Bajo Aragón. Aquí el clima es más suave y húmedo por la influencia mediterránea. Viajamos por la comarca del río Matarraña.
La primera visita la realizamos en el pueblo de Valdetormo, para visitar el Centro de Visitantes dedicado a los edificios singulares ibéricos de la zona, en los que vivían las élites aristocráticas. Hay que destacar la recreación, a tamaño natural, de la planta baja de la casa-torre de Tossal Montañés del siglo VI a.C. con el equipamiento doméstico en su interior. Otro edificio singular es la llamada Torre Cremada de la que se puede ver una maqueta.
Nuestra siguiente visita la hacemos al yacimiento de San Antonio de Calaceite, con una guía local. Juan Cabré comenzó las excavaciones en 1902 y 1903. Esta situado a 1 Km. Del casco urbano de Calaceite, en el extremo occidental del monte de San Cristóbal. En el yacimiento se construyó la ermita de San Antonio en el siglo XVIII, posiblemente para cristianizar las ruinas paganas. Visitamos primero el poblado alto, situado en la parte alta del cerro, que fue la ocupación inicial. Responde a la estructura de un poblado ibérico con planta de calle central, protegido por una muralla bastante partida y dos torres cuadrangulares. La ampliación del poblado se realizó en una terraza inferior, y es del siglo III a.C. las casas son de mayores dimensiones que las del poblado alto, pero solo se conocen los sótanos que sirvieron para almacenaje. El elemento arquitectónico más destacado del poblado bajo es una torre monumental de planta semicircular situada junto a un foso-cisterna-balsa, que dificulta el acceso por esta parte del poblado. La primera ocupación de San Antonio estaría entre los siglos V-IV a.C. su final sería hacia el 200 a.C. con la llegada de las tropas romana del cónsul Marco Porcio Catón.
Regresamos a Calaceite para hacer una visita guiada para ver su casco histórico que es principalmente una obra barroca del siglo XVIII, pues el pueblo fue reconstruido tras la Guerra de Sucesión, aunque quedan restos medievales y de los siglos XVI y XVII. Es uno de los conjuntos urbanos mejor conservados del Matarraña.
Visitamos el Museo Juan Cabré, que alberga la colección personal del arqueólogo, aunque no toda, pues el legado documental fue donado por su hija Encarnación Cabré a la Universidad Autónoma de Madrid. Hay que recordar que Encarnación Cabré fue socia de nuestra Asociación Española de Amigos de la Arqueología y que hoy también nos acompaña su hijo Juan Morán Cabré, como se dijo anteriormente.
Antes de comer visitamos la casa natal de Juan Cabré, gracias a la generosidad de nuestro compañero Juan Morán Cabré, pues la vivienda la habitan sus tíos, que amablemente nos abren las puertas de su casa. No es un museo, es una casa particular, en la que hay muchos recuerdos del gran arqueólogo Juan Cabré, entre los que hay que destacar los calcos que realizó del arte rupestre levantino, copias que realizó en el Museo del Prado, paisajes de Calaceite, entre los que hay uno pintado en el Cerro de San Antonio de Calaceite.
Comemos en Calaceite, en la Fonda Alcalá, después salimos hacia Madrid, a donde llegamos hacia las 10 de la noche.