CÁCERES «TRAS LA HUELLA DE ROMA POR EXTREMADURA» – PLASENCIA, HERVÁS, CÁPARRA Y BAÑOS DE MONTEMAYOR.
DíaS 16, 17 Y 18 de Junio de 2017

Este es el último viaje del curso 2016/2017. Salimos a la 17,30 hacia Cáceres, haciendo como siempre la parada de rigor, para llegar al hotel, cenar y dormir en la ciudad. Pasear por Cáceres por la noche es una experiencia que no se puede dejar de hacer. Los monumentos iluminados transportan al mundo antiguo.

La ciudad vieja de Cáceres fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1.986, ya que es uno de los conjuntos urbanos de la Edad Media y del Renacimiento más completos del mundo. La Concatedral de Santa María, iniciada en el S. XIII y terminada en el XVI, mezcla elementos románicos, góticos y renacentistas. En su interior destaca el retablo mayor, dedicado a la Asunción de María, obra de Roque Balduque y Guillén, realizado en «borne» de Flandes, cedro y pino de Arenes, el Palacio de las Veletas (Museo Provincial), los palacios de los Golfines de Arriba y de Abajo, la Casa del Sol, la Torre de Bujaco o el Arco de la Estrella son algunos de sus monumentos más bellos y admirables y de los que disfrutamos en nuestro paseo.

Después del desayuno recorrimos las calles de Cáceres para llegar al Museo Provincial, donde nos esperaba su director don Juan Valadés, conocido de nuestra Asociación y amigo personal de nuestro Vicepresidente 2º don Juan Morán Cabré. El Museo de Cáceres se ubica en el casco antiguo de la ciudad, ocupando dos edificios históricos: La Casa de las Veletas y la Casa de los Caballos. La Casa de las Veletas ocupa el solar donde estuvo el alcázar almohade, del que conserva el aljibe. Se organiza en torno a un hermoso patio de planta cuadrada realizado en 1600, perteneciente a la primera construcción de Don Lorenzo de Ulloa y Torres. En el siglo XVIII la casa fue reformada por Don Jorge de Cáceres y Quiñones, momento del que datan las gárgolas, remates de cerámica esmaltada y los grandes escudos de la fachada principal.

El museo tiene tal cantidad de piezas, todas muy interesantes y con el privilegio de ser explicadas una a una por su director, así que pasamos una mañana estupenda, pero es imposible poner todas las fotografías que hicimos, pues se trata de hacer un breve resumen.

A continuación visitamos El aljibe andalusí que es uno de los pocos vestigios de la arquitectura islámica en Cáceres; fechado entre los siglos XI-XII fue construido en el subsuelo del desaparecido Alcázar para garantizar el suministro de agua ante los asedios militares.

En el S. XV, los Reyes Católicos permitieron a Diego Gómez de Torres construir sobre las ruinas del antiguo Alcázar a condición de que los vecinos pudieran usar el agua del aljibe, así, se mantuvo una servidumbre de uso de forma que los cacereños continuaron usando estas aguas hasta las primeras décadas del S. XX.

Es de planta ligeramente irregular, de unos 15m. de largo por 10 de ancho, y dispone de cinco naves, con una altura de 5,30 m., espacio que se cubre con bóvedas de cañón que descansan sobre arquerías paralelas formadas por dieciséis arcos de herradura que se sustentan sobre doce columnas romanas y visigodas reaprovechadas

Una vez terminada la intensa visita y agradecer al director del Museo sus interesantes explicaciones, regresamos al autobús para dirigirnos a Plasencia, comer y hacer un recorrido por la ciudad. Ésta fue fundada como ciudad por Alfonso VIII de Castilla en 1.186. Su establecimiento en el lugar se debía a razones de estrategia militar propias de la Reconquista, pues a escasos kilómetros de la ciudad se hallaban las fronteras castellanas con el reino de León al Oeste y con los musulmanes al Sur. La frontera con los leoneses estaba marcada en esta zona por la vía de la Plata. Hasta el S. XIX, fue la capital del sexmo de Plasencia, comunidad que llegó a abarcar la cuarta parte del territorio de la actual provincia. Fue fundada como ciudad por Alfonso VIII de Castilla en 1.186. Su establecimiento en el lugar se debía a razones de estrategia militar propias de la Reconquista, pues a escasos kilómetros de la ciudad se hallaban las fronteras castellanas con el reino de León al Oeste y con los musulmanes al Sur. La frontera con los leoneses estaba marcada en esta zona por la vía de la Plata. Hasta el S. XIX, fue la capital del sexmo de Plasencia, comunidad que llegó a abarcar la cuarta parte del territorio de la actual provincia.

Los inicios de la ciudad fueron duros, debido a encontrarse en una zona fronteriza y a su cercanía a los territorios dominados por los musulmanes. En 1.196 fue tomada por los almohades, como consecuencia de la batalla de Alarcos, pero Alfonso VIII y el reino de Castilla la recuperarían ese mismo año, tras esta reconquista se tomaría la decisión de construir las murallas de la ciudad. La mayor parte de la muralla está construida con mampostería, la cual se supone sería extraída a pie de obra. Se trata por tanto de sillarejos y bloques irregulares, que se unen mediante mortero de tierra y cal, rellenándose los espacios intermedios con otras piedras pequeñas.

Después de la comida y con un calor asfixiante fuimos recorriendo las murallas de la ciudad hasta la catedral de Santa María que constituye una de las dos edificaciones que componen la actual Catedral de Plasencia. Comúnmente conocida como «Catedral Vieja» de Plasencia, es un edificio que supone un ejemplo de transición del románico al gótico. Su construcción comenzó a principios del S. XIII y las últimas aportaciones protogóticas se dieron en el S. XV. Durante estos siglos las obras corrieron a cargo de maestros como Juan Francés, Juan Pérez o Diego Díaz. Actualmente, está considerada como BIC, y fue declarada Monumento histórico-artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional mediante decreto de 3 de junio de 1.931. La «Catedral Vieja» constituye un ejemplo de edificio de transición del románico al gótico. Al primero pertenecen los fustes y capiteles de sus columnas, mientras al gótico sus arcos y ventanales, más tardíos y descubiertos en una de las últimas restauraciones recientes. Sus tres naves se encontraban cubiertas desde el S. XVIII por un espeso manto de cal, que al desaparecer, ha permitido admirar la esbeltez de un templo solemne y acogedor. Pero no nos permitieron hacer fotos en su interior

Una vez hecha la visita a Plasencia nos dirigimos a Hervás, municipio que surge allá por el S. XII de una ermita situada a la ribera del río Santihervás, del cual procede su nombre, A partir del S.XV, diversas familias de origen judío se instalan en Hervás. Fruto de su permanencia en la población se ha creado el conocido «Barrio Judío», conjunto de edificaciones de la época, conservadas, en algunos casos, tal y como fueron originalmente, las cuales se pueden encontrar en la zona baja de la Villa, las más cercana al Río Ambroz, siendo esta zona la que más fama ha otorgado a esta población. Declarada conjunto histórico-artístico, pasear por sus calles es sumergirse en una época pasada aunque viva y real. Sus estrechas callejuelas, con fuertes cuestas y algún pasadizo dan lugar a grandes e irregulares manzanas, formadas por casas de adobe y madera revocadas de teja. Así todos los rincones resultan únicos y el conjunto, irrepetible, siendo una de las juderías mejor conservadas de España y está incluida en la red de Juderías de España.

Después de la visita a Hervás, donde según nos dijeron había habido una tormenta espantosa, nos fuimos al hotel Sinagoga y cuando llegamos, en el jardín del mismo se estaba celebrando una boda.

A la mañana siguiente y ya con las maletas en el autocar nos fuimos a la Cuidad Romana de Cáparra, de origen incierto. La población de Cáparra llegó a ser municipium de Roma con el emperador Vespasiano. Su privilegiada situación en la Vía de la Plata impulsó su crecimiento. Amurallada en su totalidad Cáparra tenía tres puertas de acceso, situadas respectivamente al sureste, este y oeste. En el centro del yacimiento se encuentra el conocido tetrapylum es el edificio más importante que ha sobrevivido hasta la actualidad. Se trata de un arco cuadrifronte, el único en España de sus características. Se sitúa en el centro de la ciudad, bordeado por el Foro y los baños públicos y otros monumentos principales. Es muy probable que en él confluyeran las dos calles principales: el Cardo y el Decumano. Se encuentra muy bien documentado, gracias a las inscripciones conservadas en él y en concreto a una que está en el pilar de la derecha del frente sur del monumento, en la que se alude a Marcus Fidius Macer, a un nuevo Fidius Macer, así como a Bolosea, hija de Pellus, su mujer. Se da a entender que este Fidius Macer fue la persona que mandó erigir el arco cumpliendo de este modo el testamento de sus padres.

Junto al arco y el foro se encuentran las termas, la palestra, dedicada al ejercicio y las tiendas o “tabernae”, adosadas al edificio y abiertas al decumano. En él se puede apreciar todavía el enlosado de la Vía de la Plata.

A continuación fuimos a Baños de Montemayor, dimos una vuelta por la ciudad y entramos a conocer las Termas Romanas. Tuvimos que esperar a que las cerraran para el público y una vez dentro ver los baños a los que el pueblo debe su nombre y que ya existían desde el siglo II A.C. Las Termas Romanas tienen dos piscinas en una hermosa sala abovedada subterránea, saunas, sillones térmicos, etc., en las que el visitante puede disfrutar de circuitos termolúdicos para todas las edades. También alberga el recinto un pequeño museo con diversidad de piezas de la época romana como las piscinas, bañeras, un artilugio de mármol para tomar “baños de asiento”…

Pero no solo por diversión se puede acudir a las Termas: sus aguas tienen propiedades mineromedicinales apropiadas para aliviar el reuma, la artrosis, problemas respiratorios y el estrés, entre otras afecciones. Fue muy interesante, pero hacía un calor insufrible, tanto dentro de los baños como en la calle, así que nos fuimos a comer opíparamente en un restaurante chalet en las afueras de Baños de Montemayor.

Así que, terminada la comida regresamos a Madrid en donde seguía haciendo el mismo calor que a la ida.