VIAJE A ORENSE. YACIMIENTOS DE LA CULTURA CASTREÑA
7,8 y 9 de Noviembre de 2014
Comenzamos el curso viajero dirigiéndonos hacia el Noroeste de la Península, para visitar algunos castros de Orense. Como de costumbre partimos a las 16,30 por la M-30, que iba bastante concurrida, por lo que tardamos dos horas en llegar a San Rafael (Segovia), aunque poco a poco se fue aligerando, continuamos nuestro camino con dos paradas obligatorias, para llegar a Orense sobre las 23 horas.
El día siguiente se presentaba prometedor. Salimos sobre las 9,30 horas hacia el Parque Arqueológico de la Cultura Castreña. Allí nos esperaban Juan Antonio y otra guía, por lo que el grupo se dividió en dos. El primer grupo con el joven, y el segundo con la rapaciña. Juan Antonio era un hombre dinámico y muy experto en lo que nos tenía que explicar.
Sale el primer grupo al “Castro de San Cibrao de Las”, que pertenece a la Edad del Hierro. Ocupa una posición elevada para un mejor control de la zona. El castro se ubica entre las confluencias de los ríos Bárbantiño y Miño, a escasa distancia de otros asentamientos, algunos de ellos ya abandonados cuando se construye éste.
Tiene una extensión de alrededor de 11 hectáreas, y es uno de los mayores de Galicia. Fue planificado previamente.
El poblado, está formado por dos recintos concéntricos, amurallados, ya que tiene un amplio territorio sin apenas defensas naturales. Cuenta con cuatro puertas de acceso orientadas a los cuatro puntos cardinales. Entramos en el primer recinto por la puerta Oeste, que está separado del segundo por un foso que se llenaba de agua con los desagües del poblado. La segunda puerta no está alineada con la primera, aunque las dos tienen orientación Oeste. Ambas puertas podían alcanzar una altura aproximada de tres metros, cuentan también con una serie de escaleras alrededor de la segunda muralla, lo que hace pensar que para hacerla transitable dispusieron de un espacio a modo de camino de ronda.
Las calles del castro eran radiales, con un eje de distribución central a partir del cual se disponían las casas y los barrios. Las viviendas presentaban distintos tamaños y formas, unas redondeadas y otras cuadradas, posiblemente ambas tuvieran cubiertas vegetales. Algunas eran bastante grandes, disponían de varias habitaciones destacando una de ellas que por los restos de fuego y cerámicas encontrados se considera el hogar, otra debió hacer las veces de almacén. La casa disponía de conducción de agua y seguramente un taller.
Subimos por la calle principal que estaba empedrada, hasta acceder a una terraza o patio descubierto. Allí, a pesar de que empezó a llover muy fuerte, seguimos avanzando hasta la parte central del Castro en el que se ubica un recinto amurallado que está flanqueado por dos puertas con torreones, y cuya mayor altitud hace pensar que pudiera ser la acrópolis. Esta zona recibe el nombre de Croa, y en las excavaciones se encontraron unos bloques de piedra con inscripciones.
Seguía lloviendo cada vez más, nos cobijamos debajo de un pino para escuchar las últimas explicaciones y observar las puertas exteriores orientadas hacia el Oeste, el Sur y el Este; no pudimos ver la puerta Norte por estar cubierta por árboles.
Viendo como llovía, decidimos descender al Centro de Interpretación. Por el camino vimos subir al otro grupo, pero hubo de darse la vuelta ante las adversas condiciones meteorológicas. Fuimos entrando en el Centro para secarnos, tomar algo caliente y escuchar las explicaciones del guía.
El Centro es de los más modernos, se inauguró el 8 de marzo de este año. Está equipado con las últimas innovaciones tecnológicas, como el “cibercastro”, para facilitar la comprensión de la cultura castreña. El edificio tiene más de tres mil metros cuadrados, con una exposición de los objetos del Castro de San Cibrao de Las y de otros. Cuenta además, con una sala para exposiciones temporales, otra para investigadores, amén de almacenes y otros servicios.
En una de sus salas se explica la evolución de la Edad del Hierro entre el año 800 a. C. y el 200 d. C., recoge la forma de vida, como construían las casas, la importancia de la ganadería y sobre todo de la metalurgia, con yacimientos fluviales de plata y oro que extraían lavando las arenas o mediante el bateo.
En otra se explica cómo estaba organizada la sociedad, que se vio transformada con la llegada de los romanos, si bien mantuvieron casi inamovibles sus costumbres, enseres, etc. Su decadencia se produjo a partir del siglo II d. C
Salimos de allí y nos dirigimos a comer un potente cocido gallego, primero el caldo, después patata y verdura, a continuación garbanzos y alubias acompañados de oreja, morro, lacón, chorizo, etc., todo ello regado con un buen vino de Ribeiro y como postre cocadas y bizcocho.
Por la tarde fuimos a Orense capital donde visitamos primero el Museo Catedralicio, posteriormente llegó el Deán de la Catedral que nos la explicó con detalle, aunque tuvimos dificultades de percepción por la escasa luz exterior y la poca potencia de la luz artificial. Empezamos la visita por la Puerta del Paraíso, del siglo XII, en la que reproduce, de forma más simplificada la Puerta de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela, ésta ha sido restaurada últimamente, por lo que los colores están demasiado vivos, continuamos por el altar mayor y algunas capillas de gran belleza como la barroca del Santísimo.
Terminada la visita recorrimos las calles del lugar. Entramos en algunas iglesias, estuvimos en las termas exteriores. Como no paraba de llover decidimos irnos al hotel.
Por la noche tuvimos una “queimada” con conxuro en gallego y finalizamos la jornada con los cantos de los “niños de arqueología”.
El día 9 salimos hacia otro Castro de singular belleza, es el de Santomé, a tres Km. de la capital, totalmente integrado en la naturaleza, donde abundaban los castaños, los robles, los pinos, los madroños…
El Castro está emplazado junto al río Loña. Presenta estructura escalonada, y se accede a él por una calle empedrada de unos treinta metros de larga por unos tres de ancha. El Castro cuenta con un sistema natural de defensa ya que por un lado está el río, por otro un foso y por el tercero un terraplén, además dispone de una doble muralla concéntrica. La trama de los árboles hace que no se pueda ver la estructura de todo el castro. Se han excavado la croa y las casas, algunas de ellas presentan forma redondeada.
El Castro estuvo habitado entre los siglos I a.C. y el II d.C. Al quedar abandonado, sus piedras fueron reutilizadas en otros lugares en época tardorromana. Se han encontrado restos de cerámica castreña junto con sigillata de la Galia y otros restos de Clunia; y una casa romana con escalera exterior que daba acceso a un piso superior.
El Castro de Santomé tiene un entramado urbano en el que sobresale una calle principal que desemboca en un espacio abierto a modo de plaza. Para unir los accesos se ha dispuesto un eje este-oeste, con tres murallas no defensivas. El asentamiento consta de dos partes la más antigua fue abandonada, sin que estén claros los motivos. La segunda comenzó en el siglo III d. C, destruyeron todo lo anterior para levantar una villa nueva. El Castro tenía una posición privilegiada para no ser atacada. Sus casas estaban colocadas en forma de terrazas. En la zona oeste hay una calle con cuatro viviendas dispuestas asimétricamente. Delante de estas casas se abre un patio rectangular a modo de atrio que tiene alcantarillado y un estanque para recoger el agua.
Desde allí salimos hacia el Museo Arqueológico, al que temporalmente han dado una nueva ubicación. Cuando llegamos no estaba abierto y no hubo manera de localizar a nadie que nos facilitara el acceso.
Volvimos al centro de la capital y tiempo libre. Cada uno por su cuenta visitó las calles y lugares vistos el día anterior para luego degustar un estupendo pulpo. Desde allí salimos hacia el hotel para comer y de vuelta a Madrid. Se hicieron las paradas técnicas correspondientes, y llegamos a nuestro punto de partida sobre las 22h.